Volvemos sobre el concepto de evento en Arte y Ciencia, tanto desde un punto de vista instrumental como de idealización teórica. Analizamos otras representaciones del Milagro de la Nieve como evento congelado en el espacio y el tiempo.
Hacia fines del siglo XIV, el milagro de la nieve se había vuelto una historia muy popular, hasta el punto que muchos artistas italianos comenzaron a recibir encargos para representarlo. Por ejemplo, en las lunetas de la trifora de la iglesia de Orsanmichele, en Florencia, se encuentra un ciclo de vitrales con Storie e miracoli della Vergine e dell'immagine miracolosa della Madonna di Orsanmichele, ejecutados entre 1395 y 1405 sobre diseños de Niccolò di Pietro Gerini. Aquí, el papa Liberio señala por dónde debe ir el trazado de la futura iglesia, mientras el patricio Juan y su esposa están de rodillas observando el trabajo.
A continuación vemos otro pequeño panel, realizado por Perugino, probablemente entre 1470 y 1473. Debía pertenecer a la predela de un altar dedicado a la Madonna della Neve, aunque actualmente se encuentra en Polesden Lacey, Surrey [1]. Aquí es el mismo Papa quien maneja la azada.
Finalmente, en la Capilla Canigiani de la iglesia de Santa Felicita de Florencia se puede encontrar una representación del milagro de la nieve en un fresco realizado por Bernardino Poccetti (1548 – 1612) entre 1589 y 1590. Aquí, el papa está dibujando un plano del futuro edificio, mientras es otra la persona que trabaja con la azada. Además las figuras místicas aparecen entremezcladas con los asistentes al evento.
Vemos que la representación que habíamos visto hace dos semanas, donde el milagro se muestra como un evento congelado en el tiempo y el espacio, se mantiene.
Similarmente, en Física y más particularmente en Relatividad se llama evento a la ocurrencia de una situación particular en un lugar y en un tiempo específico. Por ejemplo, la colisión de dos partículas es un evento que ocurre en un momento determinado y en un lugar específico.
Sin embargo, es importante destacar que la definición de un evento es obviamente una idealización, en el sentido de que todo evento tiene en realidad una extensión y duración finita. Por ejemplo, la colisión de dos partículas ocurre durante un lapso que va desde que estas comienzan a interactuar hasta que dicha interacción cesa, y esto ocupa una determinada extensión en el espacio. En particular, para fuerzas de largo alcance que decaigan al infinito tanto o más lentamente que la interacción colombiana (entre cargas eléctricas) o gravitatoria (entre masas), es decir más lentamente que el inverso del cuadrado de la distancia, tanto el lapso del evento como su extensión serán infinitas (!).
A mediados del siglo XIX la fotografía dio al concepto de evento un significado instrumental. Aquí se trata de la imagen que se logra captar en el elemento fotosensible de la cámara durante un determinado lapso fijado por el mecanismo del obturador. Este lapso se suele expresar en fracciones de segundo. El mínimo tiempo de exposición alcanzado por medio puramente mecánico fue de 1/4000 segundos en la Nikon FM2 (cámara que todavía tengo pero ya no uso), mientras que las cámaras digitales actuales pueden bajar de los 1/12.000 segundos. Esto en cuanto al tiempo. En lo que se refiere al espacio, el zoom permite aumentar o disminuir el encuadre, así como la abertura del diafragma permite ajustar la profundidad de campo. O sea que un evento quedaría instrumentalmente definido por intervalos en tiempo y espacio suficientemente pequeños. Si estos intervalos fuesen demasiado grandes, la imagen resultaría “movida” o se perdería “detalle”.
Vemos así como, cuando el concepto de evento comenzó a ser utilizado en la Ciencia, y me refiero específicamente a la Física Clásica a partir del siglo XVII y a la Teoría de la Relatividad Restringida a comienzos del siglo XX, este ya había madurado en un sentido claro y preciso en el mundo del arte.
Pero, ¿qué se puede decir respecto de la representación visual de la evolución temporal, es decir del fluir del tiempo? Esto es algo que los científicos realizan constantemente, desde los simples gráficos x-t hasta formas más elaboradas de visualizar el paso del tiempo. En alguna entrada futura veremos las soluciones dadas por las Artes Visuales a este problema.
A continuación vemos otro pequeño panel, realizado por Perugino, probablemente entre 1470 y 1473. Debía pertenecer a la predela de un altar dedicado a la Madonna della Neve, aunque actualmente se encuentra en Polesden Lacey, Surrey [1]. Aquí es el mismo Papa quien maneja la azada.
Finalmente, en la Capilla Canigiani de la iglesia de Santa Felicita de Florencia se puede encontrar una representación del milagro de la nieve en un fresco realizado por Bernardino Poccetti (1548 – 1612) entre 1589 y 1590. Aquí, el papa está dibujando un plano del futuro edificio, mientras es otra la persona que trabaja con la azada. Además las figuras místicas aparecen entremezcladas con los asistentes al evento.
Vemos que la representación que habíamos visto hace dos semanas, donde el milagro se muestra como un evento congelado en el tiempo y el espacio, se mantiene.
Similarmente, en Física y más particularmente en Relatividad se llama evento a la ocurrencia de una situación particular en un lugar y en un tiempo específico. Por ejemplo, la colisión de dos partículas es un evento que ocurre en un momento determinado y en un lugar específico.
Sin embargo, es importante destacar que la definición de un evento es obviamente una idealización, en el sentido de que todo evento tiene en realidad una extensión y duración finita. Por ejemplo, la colisión de dos partículas ocurre durante un lapso que va desde que estas comienzan a interactuar hasta que dicha interacción cesa, y esto ocupa una determinada extensión en el espacio. En particular, para fuerzas de largo alcance que decaigan al infinito tanto o más lentamente que la interacción colombiana (entre cargas eléctricas) o gravitatoria (entre masas), es decir más lentamente que el inverso del cuadrado de la distancia, tanto el lapso del evento como su extensión serán infinitas (!).
A mediados del siglo XIX la fotografía dio al concepto de evento un significado instrumental. Aquí se trata de la imagen que se logra captar en el elemento fotosensible de la cámara durante un determinado lapso fijado por el mecanismo del obturador. Este lapso se suele expresar en fracciones de segundo. El mínimo tiempo de exposición alcanzado por medio puramente mecánico fue de 1/4000 segundos en la Nikon FM2 (cámara que todavía tengo pero ya no uso), mientras que las cámaras digitales actuales pueden bajar de los 1/12.000 segundos. Esto en cuanto al tiempo. En lo que se refiere al espacio, el zoom permite aumentar o disminuir el encuadre, así como la abertura del diafragma permite ajustar la profundidad de campo. O sea que un evento quedaría instrumentalmente definido por intervalos en tiempo y espacio suficientemente pequeños. Si estos intervalos fuesen demasiado grandes, la imagen resultaría “movida” o se perdería “detalle”.
Vemos así como, cuando el concepto de evento comenzó a ser utilizado en la Ciencia, y me refiero específicamente a la Física Clásica a partir del siglo XVII y a la Teoría de la Relatividad Restringida a comienzos del siglo XX, este ya había madurado en un sentido claro y preciso en el mundo del arte.
Pero, ¿qué se puede decir respecto de la representación visual de la evolución temporal, es decir del fluir del tiempo? Esto es algo que los científicos realizan constantemente, desde los simples gráficos x-t hasta formas más elaboradas de visualizar el paso del tiempo. En alguna entrada futura veremos las soluciones dadas por las Artes Visuales a este problema.
- Vittoria Garibaldi: Perugino en "Dossier d'art" 197 (Firenze: Giunti Editore, 2004), página 8.
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