En su novela "Big Sur and the oranges of Hieronymus Bosch", Henry Miller (en la foto) describe como, durante uno de sus habituales paseos matinales, observó un raro espectáculo luminoso cuyo origen continúa siendo, aún hoy en día, tema de discusión e investigación científica.
A comienzos de 1940, después de una década en Europa, Henry Miller (1891 - 1980) regresó a Estados Unidos. Para Junio de 1942 se instaló en California; primero en Beverly Glen, en las afueras de Hollywood, y posteriormente en una cabaña propiedad de Keith Evans en Partington Ridge. Finalmente, en Febrero de 1947, se mudó a una casa, propiedad de Jean Wharton, en 444 Ocampo Drive, que ocuparía hasta el final de su vida. Esta casa se encuentra a unos 20 kilómetros de Big Sur (en la foto), cuyos magníficos paisajes describiría en el libro "Big Sur and the oranges of Hieronymus Bosch" [1], que escribió entre 1954 y 1956. Esta es una obra tranquila, muy alejada del estilo y la temática transgresora de otras novelas suyas. En ella Miller nos cuenta sobre las alegrías y las penas que conlleva escapar de la "pesadilla de aire acondicionado" de la vida moderna. En el capítulo 4 de la segunda parte, titulada "Paz y Soledad: Un potpourri" nos dice que:
Tres páginas más adelante, Miller nos describe uno de sus paseos matinales por la hermosa costa de "El Sur Grande" con estas palabras:
En este párrafo, Miller está describiendo la observación de un "Efecto Gloria" [2]. No debe confundirse con la aureola que rodea a la luna llena en las noches de neblina. Este segundo fenómeno es muy común y su origen es bien conocido. El efecto Gloria, en cambio, tiene una explicación científica mucho más complicada y no se forma alrededor de la fuente de luz, sino alrededor de la sombra que esa fuente de luz proyecta sobre la neblina.
Dado que es necesario estar por encima de las nubes o la neblina para poder observarlo, se trataba de un efecto bastante raro. Su observación en la cumbre del Brocken, en las montañas de Harz de Alemania, hizo que se lo denominara también "espectro de Brocken."
En general, la sombra de la cabeza está rodeada por un halo muy brillante, con uno o más arco iris a su alrededor. Al igual que ocurre con el arco iris, siempre está centrado en el punto que ocuparían los ojos del observador (o la lente de la cámara) en la sombra. La foto de la derecha fue tomada por Ariel García el 22 de Agosto de 2000 en el Cerro Catedra, de Bariloche.
Hoy en día, la observación de este efecto es muy frecuente, y hasta diría inevitable, durante un viaje diurno en avión. Al mirar la sombra en la neblina, se puede ver el anillo del efecto Gloria centrado en la ventanilla del observador.
El primer informe documentado del efecto Gloria data de mediados del siglo XVIII, aunque los primeros intentos para explicarlo científicamente, en términos de reflexiones internas de la luz en las gotas de agua no tuvieron éxito. En 1908 el alemán Gustav Mie había resuelto "exactamente" el problema de la dispersión de luz por una gota de agua. Entonces parecía cosa fácil determinar con total precisión todas las características del efecto Gloria. Pero no fue así. Hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para que se pudiese contar con una explicación satisfactoria. En 1947 el astrónomo holandés Hendrik Christofel van de Hulst (1918 - 2000) (en la foto) propuso que en el efecto Gloria la luz es enviada hacia atrás desde los bordes de las gotas de agua en la neblina [3]. Esto fue verificado experimentalmente en la década de 1960. Pero, ¿por qué ocurre esto?
La luz que entra por la periferia de cada gota de agua en la neblina se refracta hacia su interior, donde puede reflejarse varias veces antes de refractarse nuevamente al salir. Pero esta geometría de reflexiones y refracciones no basta. Simplemente, el ángulo de salida no es el correcto. Sabemos que el efecto se ve mejor cuando menores son las gotas de agua, del orden de medio micrón o menores, y en estos tamaños tan pequeños, la teoría usual del arco iris comienza a fallar. Para terminar de explicar este efecto se necesita un ingrediente adicional: una onda que viaja por la superficie de la gota y va arrojando luz hacia el exterior como un regador de jardín [4]. Aunque esta explicación es mayoritariamente aceptada como correcta, el tema sigue siendo discutido hasta el día de hoy [5]. De todas maneras, sea como sea que se produce esa reflexión hacia atrás de la luz, el resultado es que visto desde la misma fuente el borde de la gota parece brillar con luz propia. Y el efecto combinado de una multitud de pequeñas gotitas en la neblina, termina produciendo el efecto Gloria [6].
Parece oportuno terminar esta entrada con esta foto de Henry Miller tomada por Henri Cartier-Bresson en los acantilados de Bir Sur, y con las frases que dan cierre a la descripción del efecto Gloria en su libro:
Desde que vivo aquí hay dos horas mágicas que he llegado a conocer y esperar, podría decir que para bañarme en ellas. Una es el amanecer, la otra, el ocaso. En ambas encontramos lo que me gusta describir como "la verdadera luz": una fría, la otra calida, pero ambas imbuidas de un ambiente de súper-realidad, o de realidad detrás de la realidad [...].
Tres páginas más adelante, Miller nos describe uno de sus paseos matinales por la hermosa costa de "El Sur Grande" con estas palabras:
Poco después del amanecer, [...] soy recompensado con un raro espectáculo. Mirando a lo largo de la costa [...], el sol que se eleva detrás mío arroja una sombra alargada sobre la brillante neblina. Elevo mis brazos como en una plegaria, logrando con mi sombra una figura digna de un Dios. Y allí, en la niebla, brota un halo alrededor de mi cabeza, un halo tan radiante que hasta el propio Buda desearía llevarlo orgullosamente. En el Himalaya, donde suele ocurrir el mismo fenómeno, se dice que algunos devotos creyentes suelen arrojarse desde la cumbre - hacia los brazos de Buda.
En este párrafo, Miller está describiendo la observación de un "Efecto Gloria" [2]. No debe confundirse con la aureola que rodea a la luna llena en las noches de neblina. Este segundo fenómeno es muy común y su origen es bien conocido. El efecto Gloria, en cambio, tiene una explicación científica mucho más complicada y no se forma alrededor de la fuente de luz, sino alrededor de la sombra que esa fuente de luz proyecta sobre la neblina.
Dado que es necesario estar por encima de las nubes o la neblina para poder observarlo, se trataba de un efecto bastante raro. Su observación en la cumbre del Brocken, en las montañas de Harz de Alemania, hizo que se lo denominara también "espectro de Brocken."
En general, la sombra de la cabeza está rodeada por un halo muy brillante, con uno o más arco iris a su alrededor. Al igual que ocurre con el arco iris, siempre está centrado en el punto que ocuparían los ojos del observador (o la lente de la cámara) en la sombra. La foto de la derecha fue tomada por Ariel García el 22 de Agosto de 2000 en el Cerro Catedra, de Bariloche.
Hoy en día, la observación de este efecto es muy frecuente, y hasta diría inevitable, durante un viaje diurno en avión. Al mirar la sombra en la neblina, se puede ver el anillo del efecto Gloria centrado en la ventanilla del observador.
El primer informe documentado del efecto Gloria data de mediados del siglo XVIII, aunque los primeros intentos para explicarlo científicamente, en términos de reflexiones internas de la luz en las gotas de agua no tuvieron éxito. En 1908 el alemán Gustav Mie había resuelto "exactamente" el problema de la dispersión de luz por una gota de agua. Entonces parecía cosa fácil determinar con total precisión todas las características del efecto Gloria. Pero no fue así. Hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para que se pudiese contar con una explicación satisfactoria. En 1947 el astrónomo holandés Hendrik Christofel van de Hulst (1918 - 2000) (en la foto) propuso que en el efecto Gloria la luz es enviada hacia atrás desde los bordes de las gotas de agua en la neblina [3]. Esto fue verificado experimentalmente en la década de 1960. Pero, ¿por qué ocurre esto?
La luz que entra por la periferia de cada gota de agua en la neblina se refracta hacia su interior, donde puede reflejarse varias veces antes de refractarse nuevamente al salir. Pero esta geometría de reflexiones y refracciones no basta. Simplemente, el ángulo de salida no es el correcto. Sabemos que el efecto se ve mejor cuando menores son las gotas de agua, del orden de medio micrón o menores, y en estos tamaños tan pequeños, la teoría usual del arco iris comienza a fallar. Para terminar de explicar este efecto se necesita un ingrediente adicional: una onda que viaja por la superficie de la gota y va arrojando luz hacia el exterior como un regador de jardín [4]. Aunque esta explicación es mayoritariamente aceptada como correcta, el tema sigue siendo discutido hasta el día de hoy [5]. De todas maneras, sea como sea que se produce esa reflexión hacia atrás de la luz, el resultado es que visto desde la misma fuente el borde de la gota parece brillar con luz propia. Y el efecto combinado de una multitud de pequeñas gotitas en la neblina, termina produciendo el efecto Gloria [6].
Parece oportuno terminar esta entrada con esta foto de Henry Miller tomada por Henri Cartier-Bresson en los acantilados de Bir Sur, y con las frases que dan cierre a la descripción del efecto Gloria en su libro:
Pero, como la tenue niebla de ensueño, yo también estoy a la deriva. ¡Y qué bueno que es simplemente derivar! Todas las observaciones tomadas y memorizadas con tanto esfuerzo se evaporan tan pronto como dejo mi lugar de contemplación y comienzo a deambular de regreso a casa. Se evaporan pero, sin embargo, no se pierden. La esencia permanece [...]
- H. Miller: Big Sur and the oranges of Hieronymus Bosch (New York: New Directions Publ. Co. 1957).
- M. Minnaert: The Nature of Light and Colour in the Open Air (New York: Dover, 1954) pp. 224-225.
- H. C. van de Hulst: A Theory of the Anti-Coronae, JOSA
37, 16-22 (1947). - R. A. R. Tricker, Introduction to Meteorological Optics (London: Mills and Boon, 1970). Chapter VII.
- P. Laven: How are glories formed? Applied Optics
44, 5675-5683 (2005). - H. C. Bryant and N. Jarmie, The Glory, Scientific American, July 1974
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