domingo, 28 de marzo de 2010

La nube verde

José Pedroni nos habla de una nube verde como heraldo de la lluvia. Laura Berch Carpenter pinta nubes verdes en varias de sus obras (en la imagen). Helen Evans y Heiko Hansen crean el proyecto artístico Nuage Vert. Pero, ¿existen las nubes verdes?..


¡Oh lluvia te espero!
y ha pasado toda la luna de enero
-una luna errante de rostro encendido-,
¡y tú no has caído!
Por verte en el cielo
no duermen mis ojos,
y los tengo rojos
de tanto desvelo.
Este viento cálido
me quema la frente, y estoy todo pálido.
Siento que me muerde
la sed del desierto.
¡Hazte pronto, lluvia
que el día que llegues en tu nube verde
yo ya estaré muerto!

Así comienza el "Canto a la lluvia" del santafesino José Pedroni (1899 - 1968). Sin más preámbulo digamos que la referencia a una nube verde no es una metáfora o licencia poética, sino un evento conocido por este poeta de la ciudad de Esperanza, la primera colonia agrícola de Argentina.

Para explicar este efecto, debemos primero entender porqué el cielo es azul. Al penetrar en la atmósfera, la luz del sol se dispersa al chocar con las moléculas del aire y las partículas de polvo en suspensión. Este problema fue estudiado por John William Strutt, 3er Baron Rayleigh (1842 - 1919) en el siglo XIX, demostrando que esta dispersión es muy importante para la luz azul, y disminuye hacia el extremo rojo del espectro.  Por lo tanto, cuando miramos al cielo vemos la luz azul dispersada hacia nosotros desde todas direcciones. Y si miramos directamente hacia el sol, vemos que dominan los colores que no fueron dispersados, dándole ese aspecto amarillento. Por el contrario, en el espacio exterior, debido a la ausencia de atmósfera, el cielo se ve negro y el sol, blanco.


Al amanecer o al atardecer, cuando el sol se encuentra cerca del horizonte, el volumen de aire que la luz debe atravesar para llegar hasta nuestros ojos es considerablemente mayor que cuando el sol se encuentra alto en el cielo. Por lo tanto, aumenta la dispersión producida por el efecto Raileigh, y lo vemos de un color entre amarillo y rojo.


Si una tormenta llega durante el amanecer o el atardecer, y si las nubes son suficientemente densas como para bloquear completamente el azul del cielo por encima de ellas, entonces sólo quedará la zona del espectro que se cuela por debajo, y que va del verde al rojo. El verde, entonces, actuará como el azul en un día claro, tiñendo todo, y en particular la parte inferior de las nubes, de una luminosidad verdosa [2]. En la foto vemos un atardecer tormentoso con nubes verdes en Washington DC [3].

Durante una semana de febrero de 2008, los habitantes de Helsinki pudieron observar una nube verde emanando de las chimeneas de la central eléctrica de Salmisaari [4]. Pero no se trataba de un efecto natural, sino de la creación de  los artistas Helen Evans y Heiko Hansen, del colectivo HeHe [5]. El humo producido por la quema de carbón era alumbrado por un potente láser, cuya intensidad se ajustaba en tiempo real al consumo de energía registrado. El objetivo de la obra era poner en evidencia el carácter contaminante del consumo energético de la ciudad.

Este proyecto Nuage Vert no fue una iniciativa artística aislada, sino que contó con la cooperación de diversas organizaciones culturales, cientí­ficas, ecologistas e industriales, incluyendo la propia empresa dueña de la central de energí­a. Por este proyecto, Evans y Hansen obtuvieron el premio Ars Electronica 2008 (en la foto) [6].

  1. En la imagen inicial, "Underbelly of Storm" de Laura Berch Carpenter (http://www.lauraberch.com/).
  2. Tom Waters: Green Stuff, Discover, July 1991, pag 73 - 76.
  3. John Manecke;Abril de 2009.
  4. http://blog.nuestroclima.com/?p=1713
  5. http://hehe.org.free.fr/
  6. http://www.aec.at/

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