"Las partes del espacio derivan su carácter de sus posiciones, así que si dos de ellas intercambian sus posiciones, [...] cada una se convertiría en la otra". Estas palabras expresadas hace más de tres siglos bien podrían aplicarse a la obra actual de Andreas Gursky.
Y tal lámpara o luz es este Sol nuestro, Cuyos fieros rayos invaden la Tierra calcinada. Pero una infinidad de ellos ha ganado el Cielo, E infinitos Mundos, alrededor de sus Soles vagan.
Y con un poderoso ángel como guía, el hombre estaba listo para su viaje infinito; y desde las terrazas del cielo, sin sonido ni adiós, partieron hacia el espacio sin fin [...] Ya viajaban de infinito en infinito, ya se inclinaban sobre mundos abismales.
Un misionero [...] nos decía que, en uno de sus viajes en busca del paraíso terrenal, había alcanzado el horizonte donde la Tierra y el Cielo se encuentran, y que [...] se podía pasar por debajo del techo de los cielos... [C. Flammarion: L'Atmosphere (1888)].