domingo, 5 de junio de 2011

lluvia de cenizas

Ayer sábado 4 de Junio de 2011, aproximadamente a las cuatro y media de la tarde, una densa nube que se acercaba a San Carlos de Bariloche desde el noroeste ocultó casi completamente la luz del Sol. Se trataba de la nube de cenizas emitida por el volcán Puyehue

Se hizo de noche en pleno día, y comenzó a caer una lluvia de diminutas piedritas grisáceas que poco a poco fueron cubriendo el suelo con un golpeteo suave. De vez en cuando la calma que acompañaba esta precipitación era interrumpida por el redoblar de los truenos; algunos lejanos, y otros tan próximos que hacían vibrar los cristales de las ventanas.

Estos eventos naturales son tan poco comunes que caen en la categoría de prodigios. Por supuesto que hay lluvias más extrañas que las de agua, nieve, granizo,... o ceniza. Y tal vez, entre las más extrañas de todas está la lluvia de animales.

En una nota escrita en 1836 por un tal M. Pontus, professor de Cahors [1] leemos lo siguiente:
En agosto de 1804, yo estaba en la diligencia de Albi a Toulouse: el tiempo era bueno y despejado. Alrededor de las cuatro de la tarde, el coche se detuvo por unos minutos en La Conseillère (a 15 km de Toulouse) para cambiar los caballos. Cuando regresamos al coche, una nube muy espesa cubrió de repente el horizonte y se oyó el estruendo de una explosión. La nube debía estar a gran altura, ya que las gotas de lluvia que cayeron sobre nosotros eran muy grandes. La nube tronó sobre el camino, a unos 100 metros de donde estábamos. Dos caballeros que regresaban de Toulouse, adonde íbamos, y que estuvieron expuestos a la tormenta, se vieron obligados a usar sus abrigos, pero fueron sorprendidos y asustados por la tormenta, ya que se vieron acosados ​​por una lluvia de sapos! Se apresuraron acelerando su marcha,y al encontrarse con la diligencia nos dijeron lo que les había sucedido. Todavía tenían sapos pequeños en sus abrigos, y los hicieron caer al sacudirse ante nosotros.
La diligencia pronto llegó al lugar donde la nube había explotado, y allí fuimos testigos de un fenómeno muy raro y extraordinario. El camino y todos los campos que lo bordeaban a derecha e izquierda, estaban cubiertos de sapos, el más pequeño de los cuales era por lo menos de un centímetro cúbico, y el más grande medía cerca de dos pulgadas, lo que me hizo conjeturar que todos estos sapos habían pasado la edad de uno o dos meses. Vi tres o cuatro capas superpuestas entre sí. Los cascos de los caballos y las ruedas del coche los aplastaban por miles, y algunos pasajeros quería cerrar las persianas para evitar que se introdujeran en el coche: yo me opuse pues quería seguir observando. Viajamos por el pavimento durante un cuarto de hora por lo menos, con los caballos al trote [2].
Pero volviendo a la lluvia de cenizas, leemos en la "Historia de la Conquista de México" [3] de Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610 - 1686) la que tal vez sea la primera referencia americana sobre este fenómeno,
... y partió Diego de Ortiz con sus dos soldados, trepando animosamente por los riscos, y poniendo muchas veces los pies donde estuvieron las manos: pero quando llegaron á poca distancia de la cumbre, sintieron que se movía la tierra con violentos y repetidos baybenes, y percibieron bramidos horribles del volcan, qye á breve rato disparó con mayor estruendo gran cantidad de fuego envuelto en humo y ceniza: y aunque subió derecho sin calentar lo transversal del aire, se dilató despues en lo alto, y volvió sobre los tres una lluvia de ceniza tan espesa y encendida, que necesitaron de buscar su defensa en el cóncavo de una peña, donde faltó el aliento á los Españoles, y quisieron volverse; pero Diego de Ordaz viendo que cesaba el terremoto, que se mitigaba el estruendo, y salia menos denso el humo, los aniló con adelantarse, y llegó intrepidamente á la boaca del volcan.


Por su parte, Roxanna McDonald [4] nos informa que la lluvia de ceniza está compuesta por material fino (de un milímetro de tamaño) resultante de una erupción y que puede ser elevada por la columna eruptiva y viajar grandes distancias con el viento. La lluvia de ceniza puede causar grandes daños, dependiendo del espesor de la capa depositada. Por ejemplo,

  • Con menos de 1 mm irritará los ojos y los pulmones, forzará el cierre de aeropuertos debido al peligro potencial a las aeronaves y contaminará los tanques de agua de lluvia. 
  • Entre 1 y 5 mm causará daños menores a edificios, bloqueará filtros de aire y se asentará en interiores. Puede causar cortes de electricidad debido a la conductividad de las cenizas húmedas, cortocircuitando transformadores, etc.
  • Entre 5 y 100 mm las cenizas pueden destruir cosechas y pasturas, causando el colapso de construcciones endebles por el peso de la capa de cenizas y afectar el transporte. Se requerirán operaciones de remoción de cenizas en zonas urbanas.
  • Entre 100 y 300 mm los techos de los edificios pueden colapsar por el peso de la ceniza húmeda si no se la remueve.
  • Por encima de los 300 mm el ganado y la vida silvestre muere o sufre considerablemente, los techos colapsan, los caminos se inutilizan, las lineas de electricidad y de telefonía se rompen.
Por supuesto que cuando se habla de lluvia de cenizas y actividad volcánica, inmediatamente se piensa en Pompeya y la erupción del Vesubio del año 97 antes de Cristo. Y tal vez la representación artística más interesante sobre esta catástrofe haya sido realizada por un joven pintor ruso durante una residencia en Roma a principios del siglo XIX. Me refiero a "Los últimos días de Pompeya" pintado por Karl Pavlovich Bryullov (1799 - 1852).



Según Silvestra Bietoletti [5], la pintura fue presentada al público en el estudio romano del pintor e inmediatamente produjo una admiración entusiasta de las comunidades artística y literaria internacionales. Sobrecogidos por un manto de cenizas que se revela por el resplandor de la lava al rojo vivo, la gente y los animales intentas vanamente escapar a la devastación y la muerte [... Bryullov] se retrató a si mismo en la escena como un joven que huye llevando una caja con pinturas y pinceles sobre su cabeza.



Pocos años antes, Giovanni Pacini (1796 - 1867) había escrito la opera "L'Ultimo giorno di Pompei" a partir de un libreto de Leone Andrea Tottola, el libretista de La Donna del Lago de Rossini. La nueva opera sobre Pompeya se estrenó en 1825 en el Teatro San Carlo de Nápoles. Era un típico caldero italiano de seducción y vendetta, pero el finale hizo estallar al auditorio. Era la primera vez en la historia del arte que se escenificaba una erupción volcánica. [6] Y justamente fue esta ópera la que inspiró a Bryollov su famosa obra, que fue exhibida en Roma y Milán (1833) y que tuvo una recepción triunfante. Sir Walter Scott la llamó "épica", Gogol y Pushkin agregaron cantos de alabanza, y Bulwer Lytton encontró inspiración para escribir su famosa novela "Los últimos días de Pompeya" [7].

Hoy ha sido un domingo tranquilo en Bariloche. No ha vuelto a llover ceniza. Pero dicen en el diario local que a las seis de la tarde hubo una nueva erupción.  Mañana no habrá clases ni tareas administrativas, los aeropuertos seguirán cerrados, y se han cortado el paso Samoré y la ruta 40 a la altura de Confluencia, por la gran acumulación de ceniza y la escasa visibilidad.

  1. Comptes rendus hebdomadaires des séances de l'Académie des sciences, Tome trosième, Juillet-Décembre 1836 (Paris: Bachelier, Imprimeur-Libraire).
  2. Au mois d'août 1804, j'étais dans la diligence d'Albi à Toulouse: le temps était beau et sans nuages. Vers quatre heures après midi, la diligence s’arrêta pendant quelques minutes à La Conseillère (3 lieues de Toulouse), pour changer de chevaux. Au moment où nous remontions en voiture, un nuage très épais couvrit subitement l'horizon et le tonnerre se fit entendre avec éclat. Le nuage devait se trouver a une grande élévation, car les gouttes d'eau qu'il laissa tomber sur nous étaient très grosses. Ce nuage creva sur la route à 60 toises environ du point où nous étions. Deux cavaliers qui revenaient de Toulouse, où nous allions, et qui se trouvèrent exposés à l'orage, furent obligés de mettre leurs manteaux pour s'en garantir; mais ils furent bien surpris et même effrayés, lors qu'ils se virent assaillis par une pluie de crapauds! Ils hâtèrent leur marche et s'empressèrent, dès qu'ils eurent rencontré la diligence, de nous raconter ce qui venait de leur arriver. Je vis encore de petits crapauds sur leurs manteaux, qu'ils firent tomber en les secouant devant nous. La diligence eut bientôt atteint le lieu où le nuage avait crevé, et c’es là que nous fûmes témoins d’un phénomène bien rare et bien extraordinaire. Le grande route et tous les champs qui la longeaient à droite et à gauche, étaient jonchés de crapauds, dont le plus petit avait au moins le volume d’un pouce cube, et le plus grand près de deux pouces, ce qui me fit conjecturer que tous ces crapauds avaient dépassé l’âge d’un ou deux mois. J’en vis jusqu’à trois ou quatre couches superposées les unes sur les autres. Les pieds des chevaux et les roues de la voiture en écrasèrent plusieurs milliers, Certains voyageurs voulaient fermer les stores, afin de les empêcher d’enter dans la voiture : leurs bonds devaient le faire craindre : je m’y opposai et ne discontinuai pas de les observer. Nous voyageâmes sur ce pavé vivant pendant un quart d’heure au moins ; les chevaux allaient au trop.
  3. Antonio de Solis: Historia de la Conquista de México (Impr. y librería de Gaspar y Roig, 1783), p. 316.
  4. R. McDonald: Introduction to Natural and Man-made disasters and their effects on buildings (Architectural Press, 2003), p. 61.
  5. S. Bietoletti: Neoclassicism and Romanticism (Sterling Publishing Company, Inc., 2009) p. 152.
  6. Judith Harris: Pompeii awakened: a story of rediscovery (I. B. Tauris, 2007) p. 163.
  7. Geraldine Norman: Nineteenth-century painters and painting: a dictionary, volume 1977, part 2 (University of California Press, 1978) p. 50


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