domingo, 2 de octubre de 2011

Fuego de San Telmo

Estamos sobrepasando el río de La Plata, y aprovecho esta ocasión para empezar a escribirle una carta [...] En este preciso momento estamos anclados en la desembocadura del río, y que extraño panorama. Todo está en llamas, en el cielo brillan los relámpagos, en el agua partículas luminosas, e incluso los mismos mástiles están coronados con una llama azul. 
Carta de Charles Darwin a J. S. Henslow, 
23 de Julio - 15 de Agosto de 1832 [1,2] 



En la era cristiana, las estrellas de Cástor y Póllux pasaron a llamarse Fuego de San Elmo, en honor de San Erasmo de Formia, santo patrón de los marineros. Durante las persecuciones iniciadas por el emperador Dioclesano (244-311), Erasmo sufrió una serie de terribles torturas, hasta que al final, según se cuenta en el best-seller medieval "La legenda aurea" de Jacobo de Voragine (c.1230 - 1298) "su estomago fue partido en dos y sus intestinos fueron enrollados en un cabrestante". En la imagen vemos un oleo sobre este martirio pintado por Dirk Bouts (1415 - 1475) en el siglo XV.


Podría pensarse que su patronazgo de los marineros se deba a una incorrecta interpretación de alguna temprana representación de este tipo, donde el santo aparece junto a un cabrestante. Aunque resulta también plausible que, al contrario, primero se haya representado a Erasmo junto un cabestrante como señal de su patronazgo de los marineros, y que esa representación haya dado origen a la historia de su martirio. En ese caso, su asociación a los marineros pudo deberse a que en una ocasión continuó predicando aún cuando un rayo cayó junto a el. Por este motivo, al rezar a San Erasmo, los marineros podían buscar protección contra el peligro de los rayos en el mar.

Pero en los tiempos de los grandes descubrimientos, los marineros españoles y portugueses confundieron a San Elmo con San Telmo, es decir con el predicador español Pedro González Telmo (c. 1180 - 1246), quien nunca fue canonizado, aunque su culto fue confirmado en el siglo XVIII. En la iconografía se lo representa protegiendo a los pescadores y marinos, en hábito dominicano y llevando un cirio en la mano, en clara representación del fuego de San Elmo. En la siguiente imagen vemos a San Telmo salvando a los naufragos, una pintura al oleo que se encuentra en La Casa do Corpo Santo, un edificio barroco del siglo XVIII ubicado en la localidad de Setúbal, Portugal, que hoy en día funciona como museo de la cofradía de Navegantes y Pescadores


Así, este fenómeno se llama Fuego de San Elmo en casi todo el mundo, salvo en los países de habla hispana y portuguesa, donde se lo denomina Fuego de San Telmo. Thiselton Dyer y Marie Trevelyan nos aclaran (o confunden) con otras denominaciones:
Es llamada fuego de San Elme o San Telmo por Franceses y Españoles que habitan la costa del Mediterráneo; los Italianos lo llaman fueno de San Pedro y San Nicolás, También se lo conoce como fuego de Santa Helena, San Hermes o Santa Clara. [3]
Estas iluminaciones eléctricas o brillos fosforescentes que algunas veces se ven alrededor de los mástiles y aparejos de los barcos eran llamados por los antiguos marinos galeses como "canwyll yr ysbryd", spirit-candles" o como "canwyll yr ysbryd glân" (velas del espíritu santo) o velas de San David, y a veces eran conocidas con el nombre de "comasants", una corrucción de "corposants". Estas extrañas luces son conocidas por los italianos como "Estrellas de San Elmo". Por los Franceses y Españoles como "Fuegos de San Telmo". Para los rusos son familiares como Luces de San Nicolas y de San Pedro [4]
Según nos cuenta el cronista Antonio Pigafetta (c. 1480 - c. 1534), los fuegos de San Telmo también fueron observados durante el viaje de Fernando de Magallanes (1480 - 1521):
Cuando Magallanes (1480 - 1521) navegó hacia el sur desde las Islas Canarias en su histórico viaje de descubrimiento, su flota de cinco naves encontró tormentas que persistieron durante semanas. La moral se undió, hasta que un día varias bolas luminosas y sibilantes aparecieron cerca del mástil mayor de la nave capitana, Trinidad. Tan fuerte era la creencia de los marineros, que dieron gracias a esa luz divina, pues los convenció de que Dios había bendecido a Magallanes y lo cuidaba. [5]
En la versión de Diego Vázquez de Contreras de 1585 del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto (1474 - 1533), encontramos una de las primeras asociaciones literarias directas de este efecto con San Telmo,
El dia tercero los comete el viento con mayor impetu, y el mar brama con mas yra, que el vno despedaça y se lleva el trinquete: y el otro arrebata el timon y al que le govierna, con tal furia, que bien es de fuerte y diamantino coraçon, el que no tema ahora. [...] Pero dioles esperança de serenidad la deseada luz de Santelmo, que vino a ponerse en la nave: la qual vsta que fue relumbrar, todos los navegantes se arrodillaron pidiendo paz y bonança en el mar, con lagrimas y bozes sin numero. [6]
En La Tempestad, William Shakespeare (1564 - 1616) hace que Ariel nos de esta hermosa descripción del efecto:
Sometime I’d divide 
And burn in many places; on the topmast, 
The yards and bowsprit, would I flame distinctly, 
Then meet and join [7]. 

Una situación extraordinaria, que ocurrió en 1696, es la relatada por el Conde Forbin (1656 - 1733):
"En la noche se volvió extremadamente oscuro, con aterradores truenos y relámpagos. Vimos sobre diferentes partes del barco como treinta fuegos de San Telmo. En particular, había uno sobre el tope del mastil principal, de 18 pulgadas de largo. Le ordene a uno de los marineros que bajara la veleta, pero apenas pudo removerla cuando el fuego apareció nuevamente sobre el tope del mastil, y allí permaneció durante un largo tiempo, y luego gradualmente se desvaneció.  [8]
[El poeta escocés William] Falconer [(1732 - 1769)], en su [poema] Naufragio (Shipwreck) alude a este fenómeno, cuando dice [9]
High on the mast, with pale, and livid rays,
Amid the gloom, portentous meteors blaze. [10]
Alexander von Humboldt (1769 - 1859), durante uno de sus viajes, observó este fenómeno y lo describió de esta manera [9]:
Al observar la apariencia de los mástiles, el extremo del gallardo mástil principal, y hasta tres pies por debajo, estaba perfectamente cubierto de un frio resplandor fosforescente, que rodeaba completamente su circunsferencia, se veía como animado por un movimiento revoloteante o serpenteante, como se ejemplifica experimentalmente al aplicar fósforo común sobre una superficie. Los mástiles delantero y de mesana tenían una apariencia similar. Esta curiosa iluminación continuó sin disminuir su intensidad durante ocho o diez minutos, cuando comenzó a palidecer y disminuir en tamaño gradualmente, hasta desaparecer, después de una duración de no menos de media hora.
En Moby Dick, de Herman Melville (1819 - 1891), leemos:
–¡Mire arriba! –dijo Starbuck de pronto–. ¡El fuego de San Elmo en lo alto del palo mayor!
 En efecto, los brazos de las verjas estaban rodeados de un fuego lívido, y las triples agujas de los pararrayos lucían con tres lenguas de fuego. Los mástiles enteros parecían arder.
 –¡Fuego de San Elmo, ten piedad de nosotros! –gritó Stubb.
En Viaje al Centro de la Tierra, Julio Verne (1828 - 1905) lo menciona de esta manera
Silencio general. El viento calla. La naturaleza no respira. Parece muerta. A lo largo del mástil empiezan a centellear débilmente los fuegos de San Telmo; la vela cae en pesados pliegues.
Cuando Lord Napier estaba en el mediterráneo en Junio de 1818, observó durante una noche negra y tormentosa, un blase de luz pálida, sobre el mastil principal de su barco. Apareció cerca del tope, y se extendía hasta tres pies por debajo, revoloteando y serpenteando alrededor de su superficie. Las cimas de los otros dos mastiles mostraban una apariencia similar. Después de media hora, las llamas ya no eran visibles.  [8]

En 'The Rime of the Ancient Mariner', Samuel Taylor Coleridge (1772 - 1834) dice

About, about, in reel and rout 
The death-fires danced at night; 
The water, like a witch's oils, 
Burnt green, and blue and white. 

En una carta escrita en 1832, Charles Darwin observó el efecto una noche que estaba anclado en el Río de La Plata, según se describe al comienzo de esta entrada.

En "The Golden Legend", Henry Wadsworth Longfellow (1807 - 1882) hace que el Padrone prediga mal tiempo por el hecho de haber observado Fuegos de San Telmo [11]:

Last night I saw St Elmo's stars 
With their glittering lanterns all at play. 
On the tops of masts and the tips of spars. 
And knew we should have foul weather today. [12]

Pero no todas las referencias literarias o descriptivas al fuego de San Telmo tienen que ver con observaciones en el mar. El efecto también ocurre en tierra firme. En el manuscrito en latín, Gesta Herewardi, escrito posiblemente a comienzos del siglo XII, y que relata las aventuras del héroe de la resistencia a la conquista normanda de Inglaterra, Hereward, el proscripto (c. 1035 - 1072), leemos.
Y en el medio de la noche silenciosa, mientras advertían que habían logrado dar con el camino, de repente aparecieron llamas ardientes sobre las lanzas de los soldados, aunque no eran muy brillantes, sino más bien como lo que la gente llama fuego fatuo. Nadie podía deshacerse de ellas, ni extinguirlas, ni expulsarlas. [13]
Se dice que el fuego de San Telmo apareció durante el sitio de Constantinopla por el Imperio Otomano en 1453. Justamente, en el "Relato de Nestor Iskander sobre la toma de Constantinopla", un texto ruso de fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI, se menciona una visión que podríamos asociar con el fuego de San Telmo:
El 21 de Mayo apareció, debido a nuestros pecados, un espantoso signo sobre la ciudad. Como consecuencia, en la tarde del Viernes, toda la ciudad apareció iluminada. Los centinelas, que vieron la luz, corrieron a ver que ocurría, pues pensaron que los Turcos estaban incendiando la ciudad. Gritaron dando grandes voces. Mucha gente se reunió y vieron sobre la Hagia Sofía, que desde una de las ventanas emanaba una larga llama de fuego que rodeó la la iglesia por un largo tiempo. La llama se unió en una sola, y brilló con una luz indescriptible. Rápidamente se alzó hacia el cielo. Aquellos que la vieron quedaron paralizados. Comenzaron a gemir y gritar en Griego: "Dios, ten misericordia". Cuando la llama desapareció en el cielo, las puertas del cielo se abrieron, y la luz fue recibida, y nuevamente se cerraron.
Según relatan Mario Philippides y Walter K. Hanak [14]
La corte imperial, y la población en general, quedaron muy asustados por este portento, y el emperador le preguntó al patriarca por su interpretación: El patriarca replicó que la huida de la luz hacia el cielo significaba que "la gracia y la generosidad de Dios nos han abandonado. Dios desea entregar la ciudad al enemigo". Entonces Nestor-Iskander identifica a la luz con el Espíritu Santo y describe la confusión general de la ciudad.
Según John Brocklesby [8]
Este fenómeno ocurre frecuentemente en las cimas de las montañas, cuando las nubes tormentosas pasa cerca. Saussure observó esto en los Alpes en 1767. Al extender su brazo, experimentó ligeras descarags elécticas, acimpañadas por un sonido whistling, y obtuvo claros sparks desde el botón dorado de su soñbrero de uno de sus compañeros.   
Es usualmente observado en el castillo de Edinburgo, que se eleva sobre la roca una 250 pies por encima del campo circundante. Al acercarse una tormenta, las bayonetas de los soldados que montan guardia son frecuentemente coronadas por una llama, y un iron ramrod, erigido sobre las paredes, persenta una apariencia semejante.   
Un caso remarcable de este tipo fue observado por Pres. Totten, del Trinity College, en Hartford, Ct, en el mes de Diciembre de 1839. Mientras este caballero caminaba una noche en el midst de una fuerte tormenta de nieve, protegido por un paraguas, su atencion se centró en intermitentes destellos de luz que a intervalos iliminaban su camino. La fuente de esta luz fue detectada al encontrarse con otra persona, la punta de cuyo paraguas estaba cubierta por una llama, que constantemente escaba en flashes. La luz que primero había advertido Pres. Totten, procedía de su propio paraguas.
En esta última imagen vemos la estampa "Sailors in the Rigging Alarmed by the Appearance of St. Elmo's Fire at the Tip of a Spar" de H. Davidson



La próxima semana analizaremos este fenómeno desde el punto de vista de la Ciencia. Pero antes de terminar, permítanme especular que la zarza ardiente de la Biblia se podría referir a a una manifestación del fuego de San Telmo.

  1. C. Darwin: Cartas de Darwin 1825 - 1859 (Ediciones AKAL, 1999) p. 51-52. 
  2. En la imagen; "St Elmo's Fire on Mast of Ship at Sea", en Dr. G. Hartwig: The Aerial World (London, 1886).
  3. T. F. Thiselton Dyer: Folklore of Shakespeare (Kessinger Publishing, 2004).
  4. Marie Trevelyan: Folk-lore and folk-stories of Wales (Kessinger Publishing, 1973) p. 3.
  5. Craig B. Smith: Lightning: Fire from the Sky (Dockside Consultants Inc, 2008).
  6. Orlando Furioso de Lodovico Ariosto nuevamente traduzido en prosa castellana, por Diego Vazquez de Contreras; Canto diez y nueve (Madrid, 1585) p 92.
  7. A veces me divido y ardo en muchos lugares, sobre los mástiles, las vergas y el bauprés, llameo claramente, y me encuentro y uno.
  8. John Brocklesby: Elements of meteorology: with questions for examination, designed for schools and academies (Sheldon and company, 1869) pp. 156-7.
  9. John Lee Comstock: A treatise on mathematical and physical geography (Packard and Brown, 1837) p. 275.
  10. Alto en el mástil, con rayos pálidos y lívidos, en medio de la oscuridad, arden portentosos meteoros.
  11. William Allingham: Weather signs and hot to read them (J.Brown, 1912) p. 83.
  12. Anoche vi estrellas de San Telmo con sus linternas brillantes todo prendidas en la cima de los mástiles y las puntas de los largueros; y supe que tendríamos mal clima hoy.
  13. Quod et fecerunt, et in medio noctis silentio dum se prosperatos ex tramite intelligerent, et suam viam agnoscerent, subito candelæ ardentes et adhærentes lanceis omnium militum apparuerunt 5, quæ tamen non valde lucidæ sed velut illæ quæ vulgus appellant candelæ nympharum. Nec enim aliquis eorum evellere aut extinguere omnino eas potuit vel de manu projicere.
  14. Mario Philippides and Walter K. Hanak: The Siege and the Fall of Constantinople in 1453 (Ashgate Publishing, Ltd., 2011) pp. 222-223.

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