domingo, 2 de enero de 2011

Un poeta dublinés

"¡Maravillosa hora aquella de sentarme junto a ella [...]; cuando, sin decir una palabra de amor, nos dimos nuestras vidas". Así describía un célebre poeta y matemático irlandés, el encuentro que cambiaría su vida para siempre.


Después del brillante inicio que significó la publicación en 1686 de los Principia por Isaac Newton (1643 - 1726), y habiendo contado con científicos de la talla de John Wallis (1616 - 1703), Edmond Halley (1656 - 1742) y Robert Hooke (1635 - 1703), las matemáticas inglesas cayeron en punto muerto. Muchos han buscado una explicación a este hecho en el obstinado seguimiento de los métodos geométricos utilizados por Newton. En el continente en cambio, y gracias a la difusión realizada por los hermanos Benoulli, Jacob (1654 - 1705) y Johann (1667 - 1748), el cálculo diferencial de Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 - 1716) condujo a la formalización analítica de la Mecánica. El último gran paso en este proceso de desarrollo formal fue dado por una de las más grandes mentes del siglo XX, un irlandés a quien -por ahora- llamaremos William.

William nació en el número 29 de la calle Dominick en Dublin, Irlanda, en la medianoche entre el 3 y el 4 de Agosto de 1805. Antes de cumplir tres años, su padre Archibald lo envió a casa de su hermano James, un clérigo y maestro en la escuela de Trim, una pequeña aldea cercana a Dublin. A poco de llegar a la casa de su tío ya había aprendido a leer y escribir, y dominaba los rudimentos de la aritmética. A los cinco años de edad podía traducir del Latín, el Griego y el Hebreo. A la edad de 12 años había compilado una gramática siríaca, y a los 14 sabía suficiente Persa como para componer un discurso de bienvenida durante la visita a Dublin del embajador Mirza Khan. A los 18 años, William entró en el Trinity College, de Dublin. Durante su primer año obtuvo un optimum en Cultura Clásica, una distinción que sólo es recibida por un estudiante cada 20 años aproximadamente.

El 17 de Agosto de 1824, a dos semanas de haber cumplido 19 años, iba a ser un día que marcaría al joven William para siempre. Su tío James lo llevó de visita a la casa de la familia Disney, en Langford Estate, Summerhill, condado de Meath. Allí conoció a Catherine, y ambos se enamoraron a primera vista. Años más tarde, William, en una carta a Louisa, hermana de Catherine, describiría aquella cena con estas palabras [1]

¡Maravillosa hora aquella de sentarme junto a ella, irregularmente [2], desde el comienzo!; cuando, sin decir una palabra de amor, nos dimos nuestras vidas. Ella era, como sabes, hermosa; yo sólo era inteligente y (ya) célebre. [3]

Desafortunadamente, el joven estudiante de 19 años no tenía chances de proponerle matrimonio a Catherine. Tendría que esperar al menos tres años, hasta terminar sus estudios. Pero en febrero del siguiente año, la madre de Catherine le informó a William que su hija se casaría con un clérigo llamado William Barlow, 15 años mayor que ella. Esto lo afectó profundamente. En los siguientes exámenes nuestro William apenas alcanzó un bene, se enfermó gravemente e incluso llegó a considerar la posibilidad de arrojarse al Canal Real y así terminar con su sufrimiento. [4]

El amor entre ambos perduró. En 1848, en una carta a su amigo, el poeta Aubrey Thomas de Vere (1814 - 1902), William escribió lo siguiente [5]:

Este mismo recuerdo ha corrido como un río a través de mi vida, ocultándose al parecer por intervalos, pero brotando de nuevo con un poder ocasional que me aterra - un grado realmente espantoso de fuerza y viveza.  [6]

Y así era, en efecto. en 1845 Thomas Disney, el padre de Catherine, visitó a William y llevó consigo a su hija. Con esta inesperada visita de su amada, el incipiente alcoholismo de William le ganó la partida, una dependencia que lo perseguiría el resto de su vida.

Hacia fines de la década de 1840, William comenzó a ayudar a James Barlow, hijo de Catherine, a prepararse para los exámenes de Fellow [7]. En 1848 Catherine le escribió a William para agradecerle la ayuda que le brindaba a su hijo, comenzando un intercambio epistolar entre ambos que, a lo largo de seis semanas, se fue volviendo mas y mas personal, siendo evidente por primera vez que Catherine siempre había amado a William. Sintiéndose culpable, Catherine le confesó a su marido su amor por William, e intentó suicidarse con láudano. Aunque no se separaron legalmente, Catherine se fue a vivir con su madre y hermanos en Dublin. La correspondencia entre William y su Catherine se mantuvo subrepticiamente a través de parientes. En Octubre de 1853 William recibió una caja de lápices enviada por Catherine, con la inscripción

De quien tu nunca debes olvidar, 
ni recordar cruelmente, 
y quien moriría satisfecha 
si tuviésemos un encuentro más. [8]

Presintiendo lo peor, William corrió a la casa donde vivía Catherine y la encontró gravemente enferma. Se besaron y abrazaron, previendo que se trataba de una despedida. Y en efecto, dos semanas más tarde, ella falleció. William llevaría consigo su retrato por el resto de su vida.

El amor de William por Catherine lo llevó a reforzar su pasión por la poesía, un hábito que había abrazado poco después de la muerte de su padre y que -junto con el alcohol- lo absorbería por completo en períodos de angustia. Y la vida no le escatimó tales momentos. En particular, las muertes de su amigo Wordsworth, de su amada hermana Eliza y de su tío James, así como el suicidio de su colega James MacCullagh (1809 - 1847), tuvieron un profundo impacto en su estado emocional. Por otra parte, su matrimonio con Helen Maria Bayly (1804 - 1869), con quien se había casado en 1833 y tendría dos hijos y una hija, se volvió amargo con el paso del tiempo. Helen estaba a menudo enferma y no sabía administrar la casa, que estaba siempre muy desorganizada. La relación entre ambos empeoró aún más cuando en 1855 Helen encontró una carta de Dora Disney, cuñada de la fallecida Catherine, y se enteró de que nunca había ocupado el primer lugar en el corazón de su esposo.

No fue un mal poeta. En la universidad ganó el premio de poesía inglesa, con el que años más tarde también serían galardonados el poeta y dramaturgo John Todhunter (1839 - 1916) y el gran narrador Oliver Joseph St John Gogarty (1878 - 1957). William Wordsworth (1770 - 1850), uno de los más importantes poetas románticos ingleses, fue su amigo y mentor, al igual que la poetisa Jane Francesca Agnes Elgee (1821 - 1896), también conocida por su seudónimo artístico de "Esperanza" y por ser la madre de Oscar Wilde (1854 - 1900). En 1854 Esperanza pidió a William que fuese el padrino de su hijo, un honor que William rehusó.

El 13 de Mayo de 1825, William compuso uno de sus poemas más conocidos, "Farewell", que termina así [9]:

Seldom, how seldom ! shall we meet again ;
And stranger-like and part as strangers part ;
I shall perhaps be quite forgotten then,
And chilled may be this once impassioned heart :
Yet, though no more my star of hope thou art,
My spring of loftiest, sweetest Phantasy,
Thy cherished image never shall depart ;
Still will I wish all joy to wait on thee ;
Still pray thy lot on Earth a younger Heaven may be ! [10]

En una carta del 22 de Noviembre de 1831, Wordsworth le escribió a su amigo William, diciendo [11]:

Me envías avalanchas de versos que recibo con mucho placer tal como hacemos todos; y aún así tememos que esta ocupación pueda seducirte y alejarte del camino de la ciencia, que pareces destinado a transitar con mucho honor para ti y beneficio para otros. [12]

Pero allí donde Wordsworth imaginaba una dicotomía, William veía una comunión. Tal como nos dice Fiacre O'Cairbre [13], para el, "Ciencia significaba matemática. Era un matemático que buscaba la belleza y el placer estético en las matemáticas...". William veía a la matemática "como una creación estética, afín a la poesía, con sus propios misterios y momentos de profunda revelación" [14]. El 8 de Diciembre de 1927, William escribió a Wordsworth lo siguiente [15]:

Con sinceridad le aseguro que soy consciente de los defectos generales de mi poesía, y profundamente siento la escasa probabilidad que existe de que una persona tan dedicada a la ciencia como yo alcance un puesto relevante en las filas de la composición poética. Pocas veces he intentado ponerme a ese nivel, excepto en algunos momentos de fuertes y excitados sentimientos, momentos tales que el espíritu de la poesía se deleita en acariciar, pero donde el más severo espíritu de la ciencia busca verificar y dominar. Sin embargo, no me dejes hablar de la actividades y las contemplaciones de la ciencia como si no tuviesen también el poder de agitar las pasiones y los afectos de la humanidad. Pues la ciencia, así como la poesía, tiene su propio entusiasmo, y lleva a cabo su propia comunión con la sublimidad y la belleza del Universo. Y al dedicarme a estas actividades, me parece que no escucho tanto la voz de la ambición o del patriotismo, que me impulsarían a trabajar por mi reputación o la de mi país, sino la promesa de una recompensa aún más pura y noble, en ese introspectivo y tranquilo deleite que no puede sino asistir a una vida ocupada en el estudio de la Verdad y de la Naturaleza, y en el descubrimiento para mí mismo y para los demás hombres de las obras externas de Dios, y la magnífica simplicidad de la Creación. [16]

Y en efecto, la pasión de William por la Ciencia llegó a ser tan grande como su gusto por la Poesía. Y eso resulta claro cuando advertimos que este poeta perdidamente romántico fue, ni más ni menos, que William Rowan Hamilton, uno de los más grandes genios matemáticos del siglo XIX.

  1. F. O'Cairbre: William Rowan Hamilton (1805 - 1865): Ireland's greatest mathematician, Astronomy and Space, January 2005.
  2. La "irregularidad" que menciona William se refiere a que escoltó a Catherine hasta la mesa, cuando debería haber acompañado a la madre de ésta.
  3. Wonderful hour! of my sitting, irregularly, from the very first, -beside her; when, without a word said of love, we gave away our lives to each other. She was, as you know, beautiful; I was only clever and (already) celebrated.
  4. S. O'Donnell: William Rowan Hamilton. Portrait of a Prodigy (Dublin, 1983) p. 54.
  5. T. L. Hankins: Sir William Rowan Hamilton (Baltimore: John Hopkins University Press, 1980) p. 40.
  6. The same remembrance has run like a river through my life, hidden seemingly for intervals, but breaking forth again with an occasional power which terrifies me - a really frightful degree of force and vividness.
  7. Con el tiempo, James Barlow llegaría a ser profesor de Historia Moderna en Trinity y en 1899 sería nombrado Vice-Rector.
  8. From one who you must never forget, nor think unkindly of, and who would have died more contented if we had once more met.
  9. Publicado en Agosto de 1830 en Dublin Literary Gazette and National Magazine.
  10. R. P. Graves: Life of Sir William Rowan Hamilton, vol 1 (Dublin: Hodges, Figgis  Co. 1882) p. 185.
  11. W. Wordsworth: The Prose Works of William Wordsworth (Cirencester: Echo Library, 2006) p. 475.}
  12. You send me showers of verses which I receive with much pleasure as do we all; yet have we fears that this employment may seduce you from the path of science, which you seem destined to tread with so much honour to yourself and profit to others.
  13. F. O'Cairbre: ibid, p. 132.
  14. T. L. Hankins: ibid, p. 21.
  15. R. P. Graves: ibid vol. 1, p. 284.
  16. I am, I assure you, sincerely conscious of the general defects of my poetry, and deeply feel the little likelihood that there is of one so devoted to Science as myself ever attaining a high place in the ranks of poetical composition. Seldom indeed have I attempted to place myself among those ranks at all, except in some moments of strong and excited feeling moments such as the spirit of Poetry delights to cherish, but which the sterner spirit of Science still seeks to check and subdue. Yet let me not speak of the pursuits and contemplations of Science as if they had not also power to stir the passions and affections of humanity. For Science, as well as Poetry, has its own enthusiasm, and holds its own communion with the sublimity and beauty of the Universe. And in devoting myself to its pursuits, I seem to myself to listen not so much to the voice of Ambition or of Patriotism, which would prompt me to labour for the reputation of myself or of my country, as to the promise of a still purer and nobler reward, in that inward and tranquil delight which cannot but attend a life occupied in the study of Truth and of Nature, and in unfolding to myself and to other men the external works of God, and the magnificent simplicity of Creation.
  17. La imagen que encabeza esta entrada corresponde a la obra "Chez le père Lathuille" (1879) de Édouard Manet que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Tournai (Bélgica).

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